lunes, 29 de octubre de 2012

29 de Octubre, fecha cervecera

Foto de: Pasióncervecera.com

El 29 de octubre es una fecha patria para los quilmeños, básicamente, para los Cerveceros, ya que ese día será único e imborrable para aquellos que se precien de ser hinchas de Quilmes.

Y los que tuvimos la suerte de estar ahí esa soleada jornada de 1978, llevaremos en nuestra retina todos y cada uno de los detalles de aquel partido en el que Quilmes derrotó a Rosario Central por 3 a 2.

Recuerdo que el amanecer en Quilmes no fue de lo mejor. Por la noche habían caído algunas gotas y el día, cerca de las 6 y pico de la mañana, estaba nublado y feo. Yo por ese entonces tenía 11 años y era mi quinta temporada alentando al Cervecero yendo a la cancha y la cuarta concurriendo de local y visitante. Era como ir al colegio cada fin de semana con Quilmes.

También por aquellos años, cuando se jugaba en Guido y Sarmiento, íbamos con toda la familia (mis viejos y mis dos hermanas junto a mi abuelo Emilio –en realidad Kemil Asseff, libanés era él-, que le gustaba ir a la platea baja) al sector C de la platea, aunque fuera de casa, solamente estábamos firmes mi viejo, mi abuelo y yo.

Por eso, el amanecer feo del 29 de octubre en Quilmes antes mencionado, hizo dudar a mi viejo de ir hasta Rosario. Pero finalmente, la presión de toda la familia, pudo convencerlo, más aún teniendo en cuenta que ese día, por primera vez iba a ir mi abuela a la cancha (la esposa de Emilio, Julia). De haber pasado eso ahora, por el tema de las cábalas, lo hubiera dudado, pero en todo caso, resultó altamente positiva su presencia.

La cuestión es que tipo 7 o 7.30 de la mañana partimos todos en el Falcon blanco De Luxe, modelo 74: mis viejos, mis hermanas, mis abuelos maternos y yo. Éramos 7 Cerveceros repletos de ilusión dispuestos a viajar 300 Km con la única idea de ver a Quilmes dar la vuelta olímpica.

Ya cruzando Capital y en la ruta 9, eran muchos los hinchas de Quilmes que emprendían viaje. Autos, camionetas, colectivos y camiones (con y sin caja cerrada) coparon el camino y lo tiñeron de azul y blanco con sus banderas. También, eran muchos los que iban quedando a un costado de la ruta por distintos desperfectos mecánicos o por sobrecarga (era terrible la manera en la que muchos viajaron como ganado hasta Rosario pero por amor a Quilmes).

Yo no quería ser menos que el resto y saqué mi banderita de plástico, de lindo tamaño, por la ventanilla del auto (quedaba atrapada por el vidrio y el palo en el interior), pero al llegar a Rosario, la tuve que dejar en el auto, porque quedó de las dimensiones de un pañuelo (obvio, era de plástico y se rompió toda).

Y tras varias horas de viaje (en el 78, la ruta 9 era mano y contramano, no autopista como ahora), llegamos a Rosario. Aunque en realidad, era una sucursal de Quilmes: banderas Cerveceras en la calle, en el Parque de la Independencia, por el centro y donde mirases.

Cuando entramos a comer a un restaurante, te saludabas con la gente como si estuvieses caminando por Rivadavia (que no era peatonal por esa época). Todos de Quilmes.

Cerca de las 15, ya estábamos en Arroyito. Recuerdo que la entrada era un caos: miles de hinchas apretados intentando ingresar al estadio y ni hablar de las colas para sacar la general. Por suerte hicimos rápido y quizás por la presencia de madres, abuelas e hijas, tuvimos concesiones para entrar a la cancha (ahora, creo, sería imposible y hasta peor).

La cuestión es que una vez adentro, la cabecera visitante (ambas bandejas) estaban repletas. Un tipo ahí nos dijo “es imposible que puedan entrar. Por qué no prueban enfrente, que en la alta dejaron un espacio para Quilmes”. Y fuimos. Por aquellos días no existían las rejas ni las divisiones ni los pulmones, por lo que recorrimos todo el trayecto desde una cabecera a la otra, pasando por la platea (en realidad, el pasillo donde están las cabinas de transmisión y palcos) y llegamos a la cabecera local.

El clima no era el mejor y más allá de que hoy esta circulación es imposible, aquel día el horno tampoco estaba para bollos. O sí, ya que allí se desarrollaba una pelea mano a mano entre un hincha de Quilmes y otro de Central, en un ring que era el clásico círculo humano. Nadie se metía aunque no vimos el desenlace, ya que mi viejo rápidamente dijo: “vamos a la tribuna de Quilmes, que encima acá no voy a poder gritar los goles”.

Y volvimos al lugar inicial y nos quedamos cerca de la boca de ingreso, en la tribuna baja. De a poco, nos fuimos acomodando: mi viejo, mi abuelo y yo, nos apretamos más, mientras que las mujeres de familia, quedaron en la boca de ingreso, bastante más cómodas.

Antes del inicio, hubo una disputa entre los que estábamos abajo y los de la bandeja superior, ya que había una bandera gigante que decía Gentileza Bernalesa que colgaba de la baranda, que no les permitía a los que estaban en los escalones superiores de la bandeja baja ver la cancha. Entre puteadas y buena voluntad, se solucionó el tema en los primeros minutos del match.

Finalmente, el la tribuna superior de los de Central, quedó un importante pedazo que usaron los hinchas de Quilmes y recuerdo que, como símbolo de esa “toma”, flameaba una gran bandera Cervecera de palo. También en las plateas, había un 50% de ocupación de hinchas de Quilmes, aunque en este caso, bastante mezclados con los Canallas.





Con el transcurrir de los minutos, llegaron las emociones: el penal a Filardo que Andreuchi convirtió en el 1 a 0, en el arco “de enfrente”.
En ese momento, a pesar de ser campeones, se estaba atento a Boca-Newell’s y a Unión-Estudiantes LP. El Xeneize (un punto abajo –sumaba de a 2 el triunfo-) iba 0 a 0 y Unión (a dos puntos) ganaba tranquilo (terminó 3-0).

Pero como no podía ser de otra manera, llegó el “momento Quilmes”: gol de Central (Trama en “nuestro” arco) y casi a la par (al menos así lo recuerdo), gol de Boca (Mouzo de penal). A desempate.

Y el arranque del segundo tiempo no fue mejor: Orte hizo el segundo para Central, a los 3 minutos. En pocos minutos pasamos de ser campeones a nada. Sin embargo, en el primer ataque de Quilmes tras el 1-2, se metió Andreuchi en el área, roce con un defensor e Iturralde (inolvidable), cobró penal automáticamente. Y otra vez el Pepo, en “nuestro” arco, la clavó para el 2 a 2. Otra vez, al desempate con Boca.

Por suerte, tres minutos después, Quilmes traía la pelota por la derecha, llegó a los pies de Bianchini, quien por bajo la puso al medio para Gáspari, que de primera, metió un zapatazo. Y acá me detengo.

Desde que Gáspari pateó hasta trasponer la red, habrán pasado 2 o 3 segundos, calculo. Pero al segundo de la acción, mi viejo saltó solo y empezó a gritar el gol. Yo lo miré asombrado y de inmediato, vuelvo la vista al campo de juego y veo como Ferrero se estiraba sin efecto y a la pelota entrar en el ángulo. En ese instante, los 25 mil hinchas de Quilmes presentes gritamos a la par de mi papá. Otra vez campeones.


Faltaba una eternidad y Central, lejos de jugar para los costados, hizo que el partido se juegue muy cerca del arco de “enfrente”. Quilmes tuvo un par de contras interesantes (es más, en una hizo un gol y lo anularon por offside), pero se defendía como podía.

La lluvia de centros y córners sobre el área de Palacios no me la olvidó más. Los ¡¡¡uuuuhhh!!! de la hinchada de Central, tampoco. Fue puro sufrimiento. Es más, en una jugada, cerca del final, el réferi cobro una falta con un pitazo más largo que lo habitual y cientos de hinchas (con el clásico hincha disfrazado de novia) invadieron la cancha. Falsa alarma, quedaban un par de minutos más para sufrir, con no menos de 50 hinchas (novia incluida) al borde del campo.

Pero ése era el día. Iturralde pitó el final y la locura fue total. ¡¡¡Quilmes era el campeón!!!

Festejos, vuelta olímpica (con aplausos de hinchas Canallas), abrazos, lágrimas y pura alegría.

Ya en el regreso, una caravana infernal de hinchas de Quilmes, que recibimos el saludo y aplauso de hinchas de Central y Newell’s por igual, que se acercaron al margen del camino para ser parte de la fiesta, nuestra fiesta.

Nuestra llegada a Quilmes fue en la madrugada y solamente quedaban los vestigios de los festejos (papeles, cintas y algunos borrachines) en la zona de la estación.

Volvimos a casa a descansar y nuestra madre nos permitió faltar al colegio el lunes, para recuperarnos de la intensa jornada.

Con el correr de los años, el 29 de octubre se agigantó y el logro cobró la dimensión que por aquella época no terminábamos de vislumbrar.

Y como todo hito histórico, hoy en día, pasamos de los 25 mil hinchas originales a cerca de 50 mil, si tenemos en cuenta a todos los que aseguran que estuvieron en el Gigante de Arroyito. Pero está bien que así sea.

Ser hincha de Quilmes es estar más habituado a tristezas que alegrías. Pero por suerte, ser hincha de Quilmes es algo incomparable a cualquier otra cosa y estaré eternamente agradecido a todos aquellos (especialmente, abuelo y padre) que me inculcaron el amor por el Cervecero.





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