sábado, 15 de diciembre de 2012

Quilmes también lo sufrió

Lo que vivió Tigre en la final de la Copa Sudamericana ante el Sao Paulo, tiene muchas similitudes con lo que le ocurrió al Cervecero en su visita al Morumbí en la Libertadores 2005. Una oscura estrategia paulista ante equipos chicos de la Argentina


Parece que es una costumbre del Sao Paulo montar escenas despreciables cada vez que llega al Morumbí un equipo chico argentino. Lo que le pasó a Tigre el miércoles por la noche no fue muy diferente a lo que vivió Quilmes en la Copa Libertadores 2005, aquel 13 de abril, fecha que está grabada en todos los hinchas del Cervecero por ese histórico partido ante los paulistas y también, por lo que padeció Leandro Desábato, víctima de un plan orquestado cuyos fines políticos eran absolutamente ajenos al QAC, pero que a los brasileños les cayó como anillo al dedo. La historia fue que el "delegado" (comisario) Osvaldo Nico Gonçalvez, muy conocido en San Pablo como el Doctor Nico, tenía aspiraciones de llegar a "alcalde" (intendente) de la popular ciudad brasileña. Así las cosas, ganarse a la población negra era un gran paso y por eso se armó una movida, que arrancó en Quilmes en el partido de ida. Tras ese juego que Quilmes y Sao Paulo igualaron 2 a 2, el 17 de marzo, no hubo declaraciones fuertes del los brasileños; sin embargo, al llegar a Brasil, se quejaron de actitudes racistas de la gente y de los jugadores del Cervecero, generando un clima muy espeso. Así las cosas, tras el encontronazo entre Grafite (uno de los aseguró ser discriminado en Quilmes y que con el pasar del tiempo se arrepintió de los hechos para los que fue utilizado) y Arano, que terminó con la expulsión de ambos, hubo algún tumulto en el final del primer tiempo, sin mayores consecuencias, aunque dejó espacio para la suspicacia. Sin embargo, al finalizar el partido (ganó Sao Paulo 3 a 1), Gonçalvez ingresó al campo de jugo con la única intención de detener al Desábato por una supuesta agresión racista a Grafite (le habría dicho "macaco" -mono-, insulto no utilizado por nuestras tierras y lenguas, cuando en realidad, le habría dicho otra cosa muy diferente, aunque un insulto, al fin). Cubriendo para EL SOL Deportivo, en San Pablo, esta instancia de la Copa Libertadores, recuerdo que apenas terminó el partido, corrí hacia los vestuarios para hacer mi tarea contrarreloj por el horario (cerca de la medianoche argentina) y cuando estaba llegando, salía Grafite, a quien intenté hacerle un par de preguntas del partido y por su expulsión, pero apenas me vio y escuchó, hizo con sus manos el gesto de negación y con una gorrita, se tapó parte de su cara y al trote, salió del estadio. En ese momento no me llamó la atención su actitud, pero a medida que se iba tomando conocimiento de los hechos, empezaba a entender por qué huía: era el jugador con el que se había arreglado implicar a Desábato y armar toda la fantochada. Una vez en los vestuarios (tras el desalojo policial, fui el único que quedó adentro), tras más de una hora de idas y vueltas, de aprietes de la Policía y del Doctor Nico, el Chavo fue llevado por un pasillo hacia el exterior, donde un patrullero (y un centenar de torcedores enajenados) esperaba por su salida. Una vez afuera, los hinchas del Sao Paulo se le fueron al humo al móvil, pero el rápido accionar de los policías que custodiaban el patrullero, los disuadió de inmediato. Luego, el Chavo estuvo 36 horas preso, en una clara connivencia entre la Policía y el parte del poder político paulista (fogoneados por un importante medio brasileño, que arengaba contra Quilmes por "equipo racista"). Una vez de regreso y con apenas unas horas en la Argentina tras la odisea, Quilmes tuvo que visitar el Monumental para enfrentar a River, que con su DT Astrada a la cabeza, se negó a postergar el partido, que terminamos perdiendo 4 a 0. Una anécdota y fin de la historia.

Fuente:
Diario El Sol

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